Asunto Impreso

De lo emotivo a lo racional

Por Aldo Galli Para LA NACION / Schvartz, Díaz Puerta, Estela Pereda, Joao y Cacchiarelli, en el Centro Cultural Recoleta

La contundencia de Marcia Schvartz se manifiesta de manera proteica, pero esencialmente en uno de los polos del lenguaje visual. No le interesa quedar bien, sino transponer el umbral de las formalidades con la fuerza expresiva de la pasión y del instinto. Lo que dice tiene la convicción de las verdades incontestables. Su voz se destaca precisamente por eso. La voluptuosidad y la desmesura no alcanzan a desequilibrar el impulso ni a anestesiar la vulgaridad de manifestaciones que parecen salidas de una voluntad antiacadémica. En eso estriba su fuerza y, tal vez por eso, lo emotivo se instala sobre la intención de conceptualizar el contenido de la exposición, que se titula, ambiguamente, "Norte Negro".

La realidad sostiene el tenor comunicativo que transmite su pensamiento sin excluir lo intuitivo y lo sensorial. La voluntaria carencia de pulimento obedece a la necesidad de no debilitar con afeites los impulsos primarios que la rigen. Diferentes procedimientos materializan la naturaleza turbulenta que le da origen y que, si bien suele revelarse por el camino de la figuración, concentra deliberadamente lo que, por momentos, tiende a la extroversión compulsiva del expresionismo abstracto.

Schvartz acusa sencillamente la fuerza que le da cohesión y la conciencia del esfuerzo que naturaliza lo que dice sin otra razón que la justifique. Su autenticidad es tangente al desparpajo. Sus distorsiones son liberadoras de una modalidad casi fisiológica, cuya intensidad no requiere estímulos especiales. La inspiran las plantas, las flores, los seres humanos, las naturalezas muertas, los paisajes, es decir, los temas comunes a todos los artistas; pero no los elige para ostentar las lindezas del oficio, sino para ejercer los poderes de la negligencia. Su falta de prolijidad es deliberada. Hay algo de alarde en la crudeza de su lenguaje, más efectivo cuanto más acerca al reto y la controversia lo que tiene de denuncia. Abunda en los colores crudos, en las sobrecargas de la materia, en las áreas sin pintar que desnudan la superficie del soporte, en los recursos kitsch... En suma, su labor parece haber sido realizada más para ser sentida que para ser vista.

Varios de los trabajos están realizados sobre superficies que se transparentan mediante una luz posterior.

Un espíritu ascensional

Sorprende la exposición de Juan Manuel Díaz Puerta tanto por el sentimiento dramático que transmite como por el entorno escenográfico que envuelve las imágenes en una atmósfera en la que se adivina más de lo que se ve. Su imaginación poética tiene un tinte heroico que es socorrido secretamente, desde las sombras, por las precisiones del dibujo que ilumina las formas. Lo que en otros podría parecer grandilocuente, en su caso induce al asombro por la cohesión con la que mantiene su espíritu ascensional.

La exposición está claramente dividida en dos partes: una, de grandes y complejos trabajos de claroscuro; la otra, más reducida, de bocetos para Posguerra. Los primeros son trípticos de más de cinco metros de lado por dos y medio de altura realizados con acrílicos sobre tela. Hombres y animales se mueven en espacios tenebrosos y apenas iluminados por una luz cenital hacia la que convergen. Se caracterizan por el poder de sugestión que irradian. Las penumbras les dan un clima que oscila entre lo épico y romántico, como si evocase tiempos anteriores de la pintura. Algo colosal anuda las instancias.

La tríada de bocetos está realizada con una paleta neutra que encara más definidamente el tema. Persiste el vigor del claroscuro, pero las luces y las sombras recortan y definen en un clima menos umbrío las formas de los caballos y los elefantes que sugieren las piezas mayores. En aquéllas, el movimiento está dado por la disposición de las luces que aluden e insinúan; en éstos, por las líneas que contornean parcialmente las imágenes y, combinadas con las oposiciones, las dilucidan enérgicamente.

Aquí y ahora

El subtítulo de esta referencia a la obra de Estela Pereda proviene del título de su exposición, cuyo espíritu la vincula con la América hispana. Pero el "Aquí y ahora" que señala el lugar y el tiempo de su acción se refiere al despertar de una conciencia que observa el pasado con la actualidad de una visión que excede el marco en el que se configura. El presente se insinúa en la voluntad de aceptar con criterio amplio las inquietudes intelectuales y físicas comunes a todos los humanos. Eso incluye lo autóctono y lo foráneo. Así parecen indicarlo los elementos temáticos, que podrían vincularse con la filosofía, la antropología y las religiones. La multiplicidad de sus intereses culturales se revela con un lenguaje que iguala las dudas y las esperanzas; lo corporal y lo intangible. Se advierte tanto la búsqueda de lo histórico como de lo que concierne a las cosas de la tierra, los hombres, los mitos, las piedras y los animales.

Austeridad formal

María Ester Joao (1944) y Natalia Cacchiarelli (1971) exponen juntas. Lo hacen con obras de notable perfección formal. Ambas realizan composiciones abstractas cuya organización se manifiesta de una modo más intelectual que emotivo, en el que menudea la racionalidad; ambas, también, eluden el color. El blanco, el negro y su gama de valores intermedios cubren sus necesidades.

Cierto esquematismo las induce a trabajar con cosas inmateriales que transmiten lo estructural con un fin puramente visual. Los blancos sobre blancos que Joao practica en extensos paneles apaisados la acercan al op art. Los realiza con materiales acrílicos e hilos sobre tela que, bien mirados, les dan la apariencia de elaboradísimos tejidos.

Cacchiarelli, en cambio, trabaja con planos geométricos y con tramas de límites precisos que, en Alteración 2002-2001, por ejemplo, se alternan con la flexibilidad de los grafismos. Estos, si bien están muy controlados, por rara paradoja, en sus áreas de desarrollo, la aproximan al informalismo.

(Todas las exposiciones se exhiben en el Centro Cultural Recoleta, Junín 1930; las tres primeras, hasta mañana y la última, hasta el 5 de mayo.)

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