Asunto Impreso

Retrato de un artista activo

"Espejo para cuando me pruebe el smoking" (Idem, Argentina/2005, color; producción de carácter documental hablada en español). Dirección y cámara: Alejandro Fernández Mouján. Con Ricardo Longhini. Edición: Eulalie Korenfeld y Alejandro Fernández Mouján. Coordinación artística: Carmen Guarini. Presentada por Primer Plano Film Group. Duración: 100 minutos. Calificación: apta para todo público. Nuestra opinión: buena

En un momento del film, su protagonista excluyente, el escultor Ricardo Longhini, cavila consigo mismo frente a un problema de orden técnico: está trabajando, como es habitual en él, sólo con materiales de desecho a los que su original concepción confiere nuevo significado y se resiste a agregar elementos extraños con el fin de obtener un efecto plástico. No se permite, pues, ninguna "trampa", ningún artificio. "Esto se está pareciendo al Dogma", comenta risueño al invisible camarógrafo que está registrando el momento, refiriéndose a las rigurosas reglas establecidas por los cineastas nórdicos encabezados por Lars von Trier. La escena habla tanto de la coherencia y el rigor con que Longhini concibe su tarea artística como de la lenta reflexión que acompaña cada una de sus realizaciones. De paso también da cuenta del humor campechanamente sardónico que suele filtrarse en su discurso y de la lucidez con que más tarde, cuando otro escollo similar le resulte insalvable, razonará que, al fin, los dogmas no pueden ser llevados hasta sus últimas consecuencias.

Es notorio que más allá de las limitaciones que una determinación como ésa puede acarrearle, también el realizador del film, Alejandro Fernández Mouján, se impone una actitud similar para acercarse a la intimidad del taller de Longhini en La Boca, indagar en su obra, estrechamente ligada a los datos que recoge de la realidad y a sus convicciones políticas, describir el arduo proceso de elaboración y recoger sus impresiones. Es su manera de reflexionar sobre arte y política o, por lo menos, sobre la relación entre arte y política según se manifiesta en el trabajo de este artista premiado en nuestro país y en el exterior y cuya producción más reciente se exhibirá a partir de mañana en el Centro Recoleta.

Arte y realidad

El disparador fueron los hechos del 20 de diciembre de 2001. Así como Fernández Mouján salió a la calle con su cámara para registrar algo de lo que sucedía, Longhini recorrió la Plaza de Mayo tras la luctuosa jornada y recogió allí materiales para futuras obras. La amistad y la necesidad común de reflexionar sobre esos hechos dieron origen al documental. El film expone cronológicamente lo que la cámara ha registrado en el taller del artista a lo largo de tres años -de diciembre de 2001 a diciembre de 2004-, sin guión, sin entrevistas, sin trucos ni intervenciones que incidieran en el decurso narrativo. Así como Longhini quiso componer su obra de propósito testimonial sólo con los elementos -cascotes, cartuchos, cápsulas de gas, balas de goma, restos de granadas, bolitas, vidrios, etc.- que recolectó en la calle, el cineasta eligió los tramos de su extenso registro que mejor le sirvieron para seguir paso a paso el proceso creativo e indagar en la intención fuertemente crítica y expresiva del escultor. El film -jalonado por tres jornadas trágicas: la del 20 de diciembre, la de los muertos en el puente Pueyrredón y la del asesinato del "Oso" Cisneros- respeta los tiempos y asiste minuciosamente al proceso de creación, con lo que corre el riesgo de la morosidad y la reiteración, la que se evidencia, sobre todo, en el registro de las debatibles interpretaciones que Longhini hace de la realidad. La espontaneidad y la frescura de muchos episodios disimulan en parte esas redundancias en un film que alcanza su mayor interés documental cuando apunta al peso expresivo que un artista puede descubrir en el material que recopila y al tratamiento resignificador que le aplica. De todos modos, tanto por la elección formal como por la propia temática, los cien minutos del film pueden resultar excesivos para muchos espectadores.

El sugestivo título está tomado de un ingenioso proyecto de Longhini -su descripción, sobre el final de la película, es todo un hallazgo de ironía- que habla otra vez tanto de su aspiración a la coherencia como de su voluntad de permanecer fiel a sus ideas y a sí mismo.

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