¿Cuántos libros necesitarán en el futuro para comprender los desastres de esta pandemia? En Estados Unidos dicen que el escenario que se acerca es similar al de 1929. En Argentina tenemos una experiencia mucho más cercana: el 2001. El congelamiento económico azota a todos los mercados, pero más a los que ya venían haciendo malabares en el abismo. Uno de ellos es el editorial que, además, está sufriendo cambios que trafican la idea de otra era. Para los optimistas, se viene una transformación necesaria y redentora. Para los realistas —Mario Benedetti decía que un pesimista es un optimista bien informado—, todo puede ser peor. Pero más allá del pulgar arriba o el pulgar abajo, ¿qué futuro asoma en el horizonte del mercado del libro y cómo se ha trastocado su ecosistema?
Son tiempos de delivery. Incluso antes de la cuarentena. El crecimiento de las aplicaciones que permiten comprar desde tu casa y recibir el producto han crecido mucho en los últimos años. Podría decirse que incluso estábamos preparados, como lectores, para un confinamiento así. Las librerías ya trabajan con esta modalidad pero con la cuarentena se convirtió en el único canal de venta posible. Los editores de Godot venían charlando con varios libreros y sabían que las medidas de aislamiento eran inminentes. Por eso empezaron a trabajar en un micrositio que aglutina las librerías que hacen delivery. Cuando salió el DNU presidencial lo largaron. “Esto está moviendo algo las ventas, que si no sería un cero absoluto”, cuenta Víctor Malumián, uno de los que armaron esta movida que en 48 horas tuvo más de 17 mil visitas. "Hoy los libreros nos agradecen. Nos llenó de alegría porque fue un laburazo”.
Mariana D’Erasmo de Banana Libros, librería virtual, cuenta que “al principio fue un poco un shock, pero como siempre me manejé de manera online me resultó muy fácil amoldarme. Los clientes ya están acostumbrados a comprarme así. En este tiempo aumentaron bastante las ventas, un poco porque la gente en cuarentena quizás quiere leer más y otro poco, calculo, porque como no puede ir a una librería personalmente le resulta cómodo que se lo mande a su casa”. La Vecina es una pequeña librería online que, durante la cuarentena, también vendió más de lo habitual. “Ya tenía stock en mi casa así que pude trabajar siempre con entregas”, cuenta Natalia Rozenblum, su librera. “Las primeras semanas hubo más ventas. Ahora que todo se fue abriendo un poco volvió a la normalidad, que en mi caso son ventas bajas, digamos”, agrega.
Asunto Impreso es una librería que ya ofrecía delivery. Sin embargo, ante este escenario, decidieron no abrir “para proteger un poco a nuestro personal. Me parece que no están dadas las condiciones. Abrimos también un servicio de take away: si comprás por la página y querés ir a retirarlo al local podés hacerlo. Es un servicio a puerta semi cerrada”, cuenta Guido Indij, uno de sus dueños. Céspedes está en una situación similar. Trabajan con un tablón en la puerta y atienden, pero no se puede ingresar porque su local es pequeño.
“Los primeros días post cuarentena fueron mega intensos —cuenta Cecilia Fanti, librera de Céspedes—, porque tuvimos que trabajar con WhatsApp, una modalidad a la que no estamos habituados, y en delivery. Por lo tanto, necesitábamos encontrar una solución logística que fuera económica para los clientes y para nosotros. Los primeros días la gente salió sacada a comprar libros. Alguien que quizás se llevaba dos libros por mes, nos escribía por WhatsApp y se llevó cinco. También porque no sabía qué iba a pasar. Así como hubo acopio de productos, también hubo acopio de libros, lo cual fue muy beneficioso para las librerías, que veníamos de estar cerradas. El empujón de los quince días de abril de poder trabajar con delivery nos ayudó a cubrir gastos, alquiler, sueldos”.